lunes, 27 de julio de 2015

El Rigor del Vilo





Recuerdo un acto que dividìa el oleaje.
Tambièn un evento amarillo donde las cosas
se suponìan. El encaje, el soplo, el anuncio 
del rigor en el vilo.

La llamarada con un espejo.
Otra llamarada con una forma de limbo
determinada por un cauce.
El silencio donde la oraciòn empezaba a
llamar por otros nombres a las cosas.
La escalera para el añil
y la danza.
El cortejo donde empezaba la peregrinaciòn.
El preludio de los exodos.
La carta del genesis.

Memorizo un verbo que abriò la herida hasta
un grito.
Aquello que iba a decir para una casa de vidrio
donde la angustia me esperaba.
La casa del chacal en los despojos de un cuervo.
La naciòn de pubis para un cortejo de 
grietas.
La naciòn de una melodìa donde la fantasìa
encontrò un trueno vestido de larva.
El liquido en una hoja donde
aguardaban los imperios.

Puedo aùn determinar la deriva desde esos
ojos que dan a la continuidad un lejano peciolo
o esos ojos que no dejan de llevar
un silencio vagabundo en su ùnica hierba plateada.

Describo la madreselva con un fuelle submarino
dorado como la inmensidad de una visiòn
donde los tejidos alcanzan el muelle,
el espigòn, la dictadura del hierro
en el agua y el moho.

Recuerdo un acto que divìdìa el oleaje.

Su nombre era ola y siempre morìa
en la arena.







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