miércoles, 1 de julio de 2015

El Poema





He visto a un poema quitarse la cabeza.
Tomar por regla, la noche para viajar.

Lo he visto enumerando sus pasos,
sus huellas entre los renglones bajo la 
luna. Lo he visto lunar y sin ninguna
epopeya tambièn lo he visto terrestre,
lleno de grevas si se quiere.

Dado el tiempo en que escribe, no 
parece tener horarios, fechas o limites
o cadenas.

Lo he visto sin ocuparse de las cosas
que suelo visitar a diario, pero no siempre,
el poema lo hace de otra manera.

A veces escribe de la niebla.
Otras de los trasatlanticos.

El poema une banderas que son apodicticas,
frecuencia es del agua cuando
cala en los oceanos,
labor primigenia perteneciente
a las primeras estrellas
donde el viento generalmente mastica
y no sueña.

El poema mastica.
Dice el nombre -que siempre es el mismo-
de manera diferente a cada momento,
està hecho de cabellos, resiste entre
juglares.

Aquiescente como un titere
forma el dìa en sus raices, transforma
la fosforescencia y llega al mediodia de
manera primitiva
como lo hacen los tordos.

El poema es antediluviano, pero no
tiene cadenas.
No es creado por los idolos.
Tampoco por los fosiles.
No escribe en el interior de una sola 
caverna, pero elabora en ellas
segùn sus misticos ocasos.

El poema es un fruto que no
puede beber de sus lagunas.

Es en sì mismo animal y forastero.

Hace siempre las preguntas 
que no logra responder.

Unilateral y lògico ante las ruinas
formadas por sus gatos, el poema
se detiene para ver un àrbol
derretiendose en el 
universo donde 
gramatizan 
los osos,
un albatroz.

O una celula en el aire
que juega en una tienda.

Llena de casas y de
tiendas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario