jueves, 30 de julio de 2015

Poema





No buscamos palabras como las que se unen 
o se separan.
Tampoco anhelamos cabellos o equinos entre los
limites.
Sòlo estamos volviendo al arco donde una tea planeaba las
edades del solsticio.
-uno quizà de ombligos y deuteronomios-
Al perihelio donde los muertos eran alimentados
por una rosa y las vanguardias
son identificadas entre las marismas por 
plateas de magma.
A esas gemas de carne de pus en el viento.

Tampoco el sol que devora en la arena los exodos
de una falange.
Ni los exordios con que un pulmòn escribe en su textura las
historias que trae el hidrògeno.
Ni suavemente divisamos la violencia de una sacudida
de mimbre en el aire, cuando las herraduras 
descuelgan de la brisa un silencio pagano
y errante como las dictaduras.

No escribimos a no ser por los rieles que brillan y su
brillo baila en el ocaso con la fuerza de una
centella al atravesar el cielo.

Ni reconocemos nada que la naturaleza haya hecho 
crecer entre sus amuletos igual que una cita
grabada en el cono de un volcan
donde se reunen dirigibles y telefericos enarbolando
cierto aire de espacio en un sigilo que desborda
sòlo un instante el espacio.

No exaltamos los ciclos del barro en un aparejo
ni las dinastias de las cenizas en los màstiles porque
el oleaje al igual que con el hombre, barrerà con
ellos y ni siquiera el acero del navìo 
quedarà como un testimonio que
anunciaba los pliegues o la
metamorfosis del agua
entre las mas remotos edificios.

Esos que arrancaban el corazòn de nuestro cuerpo
para mostrarnos de què estabamos hechos.







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