martes, 21 de julio de 2015
Lenguas de Barro
Eso fue lo que llamamos adolescencia.
Aùn es un paso deteniendose en lo boreal.
Sus gestos son marinos para convocar a sus
jinetes.
Los brillos en ella, no dejar de derramarse
sobre su dialèctica.
Su insomnio es terrestre sobre sus
particulas de modo que afirmamos la
existencia de juglares que viven
entre la realidad y el sueño.
El recorrido de sus plazas se une a la vida
con titanes de plomo.
Es siniestro el acantilado donde duerme una
imagen de sus orillas; antiguo como la
simetrìa de una mandibula o un ala en
el horizonte.
Ello fue toda la adolescencia.
Mientras cazas y relevas un acto por otro
que sigue a las cigueñas, procesado sòlo por
un murcielago.
Aùn, extiendes el corazòn por territorios
errantes entre los brocales, entre sonidos de
algodòn y metabolismos de indices, donde lo
sideral no deja de agitar cierto patio
cierto idioma sin abrir
cierto alfabeto o determinada circunferencia
que tomaba por atroz
la formaciòn de un atardecer,
de un orgànico radio en las cumbres,
de un despertar -acaso somero- junto a los buitres.
Aùn, es una existencia màs la que nos toca
la que nos va a ejemplificar sobre la tierra, con
epistemes y lenguas de barro, sòlo para que el polvo
conozca tambièn nuestra saliva.
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