jueves, 9 de julio de 2015
El Cipres
El cipres caminaba por la noche incendiando
sus pensamientos.
Llevaba un baul en su pelo, una cisterna de
lienzos en sus ramas.
Contenìa frutos, mas o menos como los que
tiene un helicoptero en sus helices, es decir un
mundo que formaba aspas.
Se detenìa sòlo para contar el nùmero de los
nidos que existìan en su copa.
De vez en cuando perdìa la densidad demogràfica
de su poblaciòn: Las aves siempre emigran.
El cipres estaba hecho de cisternas.
De murcielagos segùn la capacidad en sus
bengalas de sangre. Por cierto, habìa logrado
trabajar en sus raices de modo que siempre
estuvieran debajo de su tronco y ello en
nuestra imaginaciòn significara un racimo.
El cipres arrastraba ciudades por la noche,
nosotros pensamos que cada dìa despertamos en
el mismo lugar pero ello es totalmente falso, ahora
vivimos miles de kilometros màs allà de donde
viviamos anoche.
Y por ende estamos separados mucho màs de
todos aquellos con los cuales nos tocò caminar por
el mundo.
Pero no lo sabemos.
No lo sabemos porque misteriosamente no
lo parece.
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