martes, 1 de septiembre de 2015

El Equilibrio del Grito




El poema habìa lanzado su grito y tù habìas despertado.
Vivìas en una especie de balsa llena de velamenes.
Vivìas ajeno al contenido simbòlico de los simios
dentro de un pergamino de aceite.
Las cartas te habìan engañado igual que los mensajes.
La boca del dinosaurio seguìa siendo azul a todo
esto.

Los barcos unìan puntos lejanos para formar la distancia.
Cabellos de agua juntaban sus hebras hasta que algunos
lograban articular una ola. No sabemos si la cresta o 
tal ola pero alguno de ellos, nos daba la visiòn absoluta 
del oceano; no sabìamos si la cresta o tal ola, pero algo
nos decìa que este sostenerse podìa pertenecer
tambièn a los parpados de los sentidos.

El poema te habìa despertado, alguna especie de caida
en la sensualidad, describìa los articulos que dejaban los
sonidos de los automoviles, junto a ellos la forma de
una llanta raspaba en la brea con solsticios que alguna
vez fueron fraguados por los rituales; ritos en ellos
paralelos a los cretaceos y tambièn; !como no! a los
diluvios.

Y el poema lucìa ese grito con el cual habìa despertado
tu cuerpo.

Tù eras la puerta de una caja donde los antepasados
mimetizaban cada piedra del aire.

Eras esa historia del zinc que se hace legendaria segùn
la mitografìa de los retazos.

Y tu cuerpo ahora devuelve el grito - es uno mas seco
y extraño- para que el universo -sòlo el universo- 
tenga la visiòn de su equilibrio.








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