lunes, 28 de septiembre de 2015

El Ser del Invierno





Viviò bajo el àrbol.
Estaba compuesto de una sola rama y de una
diminuta figura de hierba.
Era un ser compuesto de hombre.
Era un ente bañado por manantiales
y cuevas empiricas. 
Nos preguntabamos què clase de frutos
creaba en amaneceres acompañado de blancos 
venenos.
Pasò inviernos enteros asomandose de manera
que pensabamos que podrìa tocar la vida
o en su defecto, una existencia con forma de
bàculos junto a la orilla màs distante, una
estela de congruencia entre los adobes
y encrucijadas.
Nosotros jamàs perfilamos una amapola para 
sus limites, tampoco dimos a su escencia
la efigie que derrama un puente desde su saliva
en los amaneceres.
Mucho menos tejimos un ancla para su sed
de coral con interiores de bolicheras.
Nosotros que tampoco dimos un pedazo de selva
o lo hialino tocarà el arpa de forma desesperada
luego de las ubres. Y. Nos
dedicamos a ver, a observar segùn ese
invierno donde parecìa tocar la vida.
Estaba compuesto de megaterios.
Era cetaceo como toda perversiòn.
Inundò los puentes de tendencias.
Hasta donde sè estaba hecho de edredones y de
pupilas. Hasta donde sè yo abro la noche igual que
una puerta y dejo pasar al viento. Ese viento que
es un dialogo. Una pobre fortaleza para la savia.
Un encuentro de serpentinas sòlo entre elixires.
Pero aquel, musitò bajo el àrbol la sexualidad 
de la obsidiana y paralelo a ello tensò
el estado gaseoso proveniente
de peines y grilletes. El, sòlo una red donde era
cruxificada una gota de carne, un asterisco con
forma de paseo o gurbiòn, de aleta o dorso
en las maquinas que los periodicos
regaban por doquier luego del verbar o lo lunar
en los sembrìos de la obsesiòn.
El que desprendìa una quiromancia de su frente.
Que se alimentaba de casas sobrenaturales en los menguantes.
Que llevaba la voluntad de las frisos y la nupcia en 
hojas de bajorrelieves y perseguìa a las fases
de los astros debajo de su cama
entre el hollin y el acido abandonado por las hormigas.
El que dibujaba la muerte en la ralea de los semidioses y esa
idolatrìa podìa ser un margen donde la estetica nos
detiene para contemplar un punto en su estela.
Y la seguimos hasta el final de su existencia en el oceano.
La seguimos porque es estela de alguien que se adentra 
hacia el mar despuès de haber abandonado un àrbol.
Luego que en nuestrso absolutos fuera 
condenado al invierno.





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