sábado, 26 de septiembre de 2015

El Interior del Prologo




Deshicimos un prologo.
El agua descendiò hasta una marea.
La brisa colocò un angel en el interior de la
niebla.
Nos dimos cuenta de la rafaga como un hecho anterior
a la corriente, donde se describìa un ser
con una flor inedita en un paraguas.
La flauta danzaba al son de un termino lejano
como una linea y en el halo de la yesca una medalla
desollaba el juicio.
Kilometros y anuncios de salitre en un velo
donde el exodo se convertìa en genesis.
Milimetros de anclas.
Miramiento de sal sobre la gramatica de un sol
azulado como el pelo.
El iris.
La iniciaciòn de algo lejano en los muelles cuando
el mar es una catapulta.

Se desvaneciò.
Cantò al oceano antes de llegar a la noche.
Esparciò los yelmos de conjugaciones y crines dorandose
entre los palacios.
Imagino aquello que sòlo estaba en alguna de sus fantasìas.
Durmiò un invierno entero en el acido para ser
conciente de ello, de las fabulas con que el amor llega de 
noche para colocar una encìa en el roble.
Una luna en el amor.
Una mecha sedienta de fuego en los corceles.
En los equilibrios. Tal vez en los meandros, donde tambièn
la canciòn de la espuma se oscurece
y recorre las flores de manera que el mar deja de ser
una brida, un pensamiento de loto. Un barniz
que es procesado en las postreras torres
de la tierra.

Se deshizo un prologo.
Como nosotros no escribìa del neologismo.
Aparentaba ser un caballo.
Se detenìa en las marionetas con una flor de 
acido en el pecho.
Hasta que el acido carcomiò la piel y encontrò
su corazòn.








No hay comentarios:

Publicar un comentario