jueves, 17 de septiembre de 2015

Visiòn del Maleficio




Yo era un invierno a mitad del oido entre la 
percusiòn.
Las frases se habìan hecho de piedra en uno
de los promontorios donde soñaban las bovedas
con el frìo.
Las bovedas penetraban ademàs frutos de arca
en las semanticas del hielo.
Las bovedas eran el sigilo con que una idea
ya se perfilaba, sea en la oracion, sea en las 
husares.
Los semiologos caminaban con una liendre en sus
manos.
Los archipielagos respondìan a un pensamiento.
El pensamiento traìa evocaciones de mancias hacia
un vidente que llegaba a la visiòn de otro craneo.
En un templo transfigurabase toda criatura y bengalas
de una herida entre los telescopios afirmabanlo.
Los halos despertaban a las profecìas.
Particulas de cedro dormìan en los angulos de 
una cabeza de limbo.
Las chimeneas traìan angeles de humareda
cifrados por los carbones.
Las estrellas recopilaban cenizas de cometas que
estallaban en lo lejano, para convertirlo en
otra estrella.
La imagen de la constelaciòn tan sòlo esperaba.
La imagen conocìa muy bien de los ciclos que muerden
las esferas en el sueño o la sinuosidad con que
un reflejo despierta en el reflejo con
citaras semejantes a la apariencia o la profundidad, con
nombres iguales a los que denominan una mantica al 
borde de un transeunte o los jardines donde
lo cristalino dice su nombre una vez
y el hombre vive de nuevo
tal sòlo para ir en su busqueda.
Yo era un invierno, una ciudad donde el maleficio no
encontrarìa el violìn ni la belleza que 
deja el horror despuès de antiguos latigos entre 
nuestros ancestros.
Y la mìa era una idea muy errante de los antepasados.
Y con ella caminaba solitario esta noche
hacia el granizo y la hierba.






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