martes, 15 de septiembre de 2015

Una Casa





Mi casa tiene un triangulo.
Tambièn tiene un cubo y de manera sudorosa
una axila junto a la mandarina.
En mi casa tambièn hay un ademàn.
Un solsticio.
Un peregrinaje -sòlo para mì- de la sala
a la cocina.
Un ladrido que me despierta en el amanecer
para observar entre los hilos que aùn
estàn secandose.
Hay en ella una barrera.
Un semidios.
El palido requiem de las moscas.
Un juego de piedras y mandiles.
Una prolongaciòn del amor absoluto.
Un huerto que en mi fantasìa pudo ubicar todos
los veranos e inviernos que me tocaron vivir
de manera animal y entrañable.
Como lo hace la inocencia, de eso estoy seguro.
Mi casa tiene una boca y como comprenderàn
en ella se perpetua sòlo la saliva.
Los sueños del azar.
Los emperdibles.
Creì en ella con el lirismo que puede ser capaz
de dar un uniforme, un instinto de niebla
en dìas como el otoño cuando la garua
para persignarse debe caer en
un cuerpo.
Pero ese cuerpo no responde.
El cuerpo sòlo la devora.





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