martes, 15 de septiembre de 2015

Reencarnaciones





Algunas veces camino.
Lo hago de manera que pueda describir.
Que pùeda graficar o a lo sumo empinarme a 
un jardìn donde aùn danzan las bocinas,
donde sueñas los tambores.
Tan inveterado, tan lleno de diminutos equipajes
como el higado o las recetas del pulmòn junto
a una biografìa de llamas. Una de todas esas llamas
posee un nombre que no logro pronunciar 
y ademàs yace indescifrable en sus
estepas.
Y a pesar que el mundo es inescrutable yo camino.
Describo, palpo, percibo, eso es inobjetable.
A veces me alimento.
Poseo un interior y un eje al respecto.
Una conciencia que desde el mar busca el agua.
Tambièn tengo ese dolor en las sienes, mas que en la
frente y una salida al goteo, a los prevaricatos,
a la ciencia que se unese al evento de
manera amarilla y aquella que se une de manera
como lo hace la escarcha a la brisa, despuès de algunos 
simulacros,
despuès de algunas intervenciones.
Algunas veces, cuando tomo la radiografìa del oceano
para posarla en mi boca, con la esperanza
de que una palabra diferente a todas
relate la historia de su dardo.
Algunas.
Mientras el rìo pasa de largo o la arena deja su 
historia sangrienta junto al epitafio, cerca
a un diccionario de hipnosis como los 
que plantea un exorcismo
cuando devela el ser de la magia en la conciencia
de las venas.
Es decir, en ese conocimiento que sòlo dan las entrañas
entre reencarnaciones tras reencarnaciones.





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