lunes, 21 de septiembre de 2015
Las Cabelleras del Relàmpago
Llegas a los cabellos del relampago.
A la silueta que encarnizadamente toma un
periscopio del bolido; llegas a la mitografìa del
helecho y eso sucede profundamente en tus
sueños.
Tomas aquella columna humedecida por una
pantera apenas tocado un astro, a la melodìa del
lumen entre pabellones de apariencia
mientras las superficies son de sal y la expresiòn
del cometa describe iniciaciones de iguanas
al pie de los ferrocarriles.
Tocas la espuma del rascacielos.
Las ventanas del paredòn de conjuntos.
Sobrevuelas esa contingencia con que el agua no
crearà el hidrògeno. Te deslindas de toda
cabellera azul en los tropicos, llena de
flamas y torreones. Abres el oceano con el
ùltimo de los eslabones.
Dejas a la doctrina colocar su silencio.
Del oceano conoces el invierno
ignorado en los baluartes.
Del invierno, esa estrella morada impresa en
las luces, en la constelaciòn morada de la uva, dando
origen a las extensiones
donde la soledad vuelve a reemplazar a los
puentes sin reinvindicar el sonido de
los tallos ni el de las
fogatas.
Ignoras la galaxia.
El planeta desnudo de una escama.
El presentimiento del racimo en un pliegue antes
de llevar en sus alas, la metamorfosis del vaticinio, la
hebilla y el humero que entre las lamparas sigue
devorando imagenes de sueño y
agujas.
Todas llevadas de noche por el agua.
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