miércoles, 16 de septiembre de 2015
El Grito Plateado
Veo una apariciòn, el grito plateado en ella
de la locura pulsea mi intemperie; un ciclo
fantasmagòrico de bolidos en los brocales y
un ciclo de constelaciones describen el nombre
màs poderoso de todos los que en este atardecer
me acompañan; es el mismo que menta una
estrella, es el mismo que devela un cadaver.
Sobre piràmides en celo, un manuscrito corre
como una nube descalza y en los ciclos de la
fantasìa un antiguo verbo resucita desde la
enfermedad del clamor y los ecos; resucita
ebrio de reencarnaciones, de balaustradas,
de silencios como esta tregua con lo encarnizado
con las escamas en las paredes de mi piel y
el cuerpo de una liendre como una criatura
casi de nogal en mi cabeza, inspirada por el
pelo.
Purpuras semiamarillos, purpuras linchamientos
de mi fe entre edificios de agua, donde todo
clarear deja el verde y abandonando tambièn el
màgico humor precedente a los barcos, empieza
a despedirse de la inocencia como la primera
vez, allà muy lejos, cuando decapitada por himnos
de verso en la infancia, esa infancia pensaba
tambièn en ella como una locura. Màgico humor
como el de las escarchas o granizos, humor igual
a la historia de la fotosintesis en las espinas.
Veo una apariciòn, un fantasma en ella posee
el tacto de la poesìa, los nombres poeticos en ellos
son los mismos que llegan de la muerte y esta es
una pocima de declives, una razòn de palidos
colores de niño, atados a una fosa con una pared
de astillas en el cuello y un sueño donde las
hojas de este invierno enquistan particulas que
sobrepasan el misterio como una visiòn donde
el azul es de sangre.
Y el tono que hay en uno de sus mitos vuelve a
ser crepuscular como las sombras.
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