jueves, 24 de septiembre de 2015

Igual que Simios






Durante el día pertenecemos al aire.
Al jardín sobre la piel.
Al eco que llega de los telegramas.

Ese día es frío y nos miramos.
Nos decimos palabras que ya no reconocemos.
Creamos imagenes con pasadores diferentes.                
Ideamos una forma de atravesar esta piedra,
esta placenta, el telescopio que nos deja
ante un fondo desnudo de aire,
de observatorios robados a una fuga o un
conjunto de nudos.

Y describimos una fragata.
Una escuela de acueductos que viran.
Frecuentamos un birreme con la soledad que debe
pertenecer a una boina, quedamos extasiados ante el mar como
un reloj cuando descubre la idea del espacio
y toma conciencia que la del tiempo
no es absoluta.

Durante el día.
Durante la voluntad y las bolicheras.
Cuando llegamos del mar con una red en las manos.
Cuando descubrimos el ejemplo sin un nucleo
o la naturaleza en clara alusión a lo sobrenatural
nos narra una historia de druidas colgados
de las ramas.

Cuando la ciudad es un ritual en celo.
Y lleva copos de granizo en sus alas como las inmensas
marejadas de huesos que esconde la carne una mañana en
que somos situados de manera coloquial ante el verbo
y los pasamontañas, ante el agua y los tomacorrientes.

Mientras somos una constante edificación.
Cuando dejamos de ser edipicos pero las calles nos
muestran un seno de ambar,
una deformación de vilos, una abominación, toda cosa
que nos transforme en un jabali
o en clara alusión a la naturaleza, lo sobrenatural nos
narra una historia de magos colgados
de una rama.

Igual que simios.






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