sábado, 31 de octubre de 2015
Reencarnaciòn de una Flauta
El verbo; es asi que
pensamos en una isla.
En una ciudad en el interior del color.
En una esquina proximamente escrita por la palabra.
En los matices del cisne al atravesar la aurora.
En un jardìn y el calor de sus cimientos.
En los patios del agua cuando quedamos solos.
En el pensamiento que llena esa soledad hasta el encuentro
con un juicio.
Reflexionamos en una peninsula.
En los yacimientos del helio en la carne.
En los mensajes de todo archipielago llevados por un pelicano.
Pensamos en las estrellas si son ojos.
En las fraguas si adquieren una forma de pùbis en la noche
que se orienta o se alarga segùn los procesos de
los màstiles.
En lo terrestre, pensamos en lo terrestre con una daga, con el
espacio exacto para una flor y el àrbol que frota con el
naipe una apariencia.
Pensamos en una isla.
Todas poseen una orilla donde se queman las cosas sin llegar
al fuego.
Todas son llamaradas de ardientes fronteras donde la naturaleza
nos ha separado del agua.
Inmediatas.
Intuitivas como una silueta de animales llena de purpuras,
igual a violetas junto al puente donde respira la escarcha y el dìa
lanza su primera pregunta entre granos de obsidiana.
Meditabundos como las piedras que dejamos de ensamblar en
los muelles. Extraños como un fruto rojo que aùn se suspende en
una alameda, cerramos los ojos para conservar de otra forma
el enigma en esa oscuridad.
Meditabundos en esa isla.
-reiteradas veces estarà en el poema-
Allende a una premoniciòn que apenas sortea abanicos.
Disciplinados ante el lumen y los periodicos con un lenguaje
de fotosintesis que raspa las tinieblas. La luna, la brisa
llegando de los acueductos con un friso verde
y amapolas de ceniza acompañadas de
baladas de polen.
Pensamos en una isla.
Una llena de jinetes y barcos.
Una donde creemos que los hechos creceràn como las agujas
hasta encontrar molinos.
Una isla donde el mito empieza, no sin antes haber tocado la
reencarnaciòn en una flauta.
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