viernes, 23 de octubre de 2015

Joroba






Despuès de un cuerpo.
De una ciudad en la herida.
De aquello que vuelve a ser una fronda.
Luego de la magnitud y los peces, del coral y
la unidad en el espacio.

Cuando los dìas del equilibrio vuelven al oceano
convertidos en extasis y un hemisferio semejante al
crepitar se forma en la rada.

Cuando lo ardiente impregna de cabalgaduras el
atardecer por el cual vivimos, llevando una existencia
identica a una raìz o un menton, a un coeficiente de
agua en la arena.

Despuès del virrey y la borda
de los antecedentes de una popa en un sesgo que lo
siniestro matiza en el prodigio. Luego de un crater, de 
una bahìa.

Despuès de todo ello, cuando dejamos de ser animales
para ser hombres y subimos por las enredaderas de un 
paradero con las ùltimas imagenes que nos quedan del bronce;
en una de ellas, nuestro nombre ha sido colgado del
àrbol.

Justo en el instante que del lado izquierdo del sol, brota
una joroba.






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