sábado, 24 de octubre de 2015

Llegada a una Profecìa





De noche somos como pendulos, tocamos el aire en un 
punto, luego buscamos su opuesto. Podríamos hablar de angulos
por ello, pero no vemos paredes horizontales o verticales entre
lo transparente. Nos preguntamos si tendrá algo que ver con
el presagio.

Y ese aire del cual hablamos es un poco mas arriba el cielo, 
donde se pliegan a si mismas, estrellas silenciosas.

Después hay un barco amarillo.
-no sé si tiene sienes-
Lleva un mentón de color rosado como iglesia. Se sorprende
de estar indemne después de todos los epitafios que forman
las palabras. También se sorprende de las insignias,
del peso de una linea junto a un templo,
de las circunvalaciones y los techos, del ansia
que lleva como seudonimo la sigla morada encerrada en
un espejo.

También hay una mancia que serenamente es el ala
o una curva que inmortaliza cosas inutiles en el barro, de
ello surge una efigie y una corona donde se azulan los elementos
de la época y los juglares sinopticos del siglo. Pienso
denonadamente en sus tiestas. En su fondo marino y terrestre
como las escarapelas. Aqui la pregunta está ligada a
sus vidas como una continuación de la magia.

Después hay un barco celeste.
-no está ligado a la providencia, no hoy-
Es sólo un piano con muchos abanicos donde el velero
buscó un ancla. Es la historia de la desnudez en un amanecer 
en que extasiadas formas invadían hasta la parte del llano una
figura, en ella una carta donde lo primero que leían nuestros
ojos, era el maravilloso canto de una profecía.

-estás caminaban entre fuegos-

Y ese poema que escribiamos -igual que el de hoy- no llegò
a ella.









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