martes, 13 de octubre de 2015
Flor Euclidiana
El parpadeo del aire junto a una conmociòn.
La belleza del salitre en un paradero de aire donde
los dioses se recrean. El lenguaje y el postigo.
La busqueda del horizonte junto al agua y desde la
existencia nos llegan anuncios del oceano en la brisa.
Del sol en la ràfaga.
Y preguntamos por ese sol en los indicios de la carne.
Por los trajes de algunos hombres una noche de
constelaciones, en la cual todas las estrellas de la misma,
llevan interpretaciones de un oràculo entre sus talismanes.
Flores euclidianas, el sueño por la tarde en estas, el
despertar de una gota, la soledad del arnes junto al pilòn,
el astro resucitando al pie de la goleta igual que todas
las formas del oceano.
Hemisferios de girasoles en un paìs sediento.
Brocales de un ferrocarril en la brea.
Estaciones de sangre por la mañana al final de un espejo
gris, evocado por el mal entre los vertederos.
Ciudades que conviertense en huellas de teatros.
Recorridos de mareas, pedazos alborotados de galaxias.
El pudor abriendo un hilo, una nota secreta de vidrio
una flor morada y palida, acercandose a los barcos
de un niño, sumergiendose en las flautas
entre incrustaciones de oboes y entre
performances de sueño, evocando a cada momento
cristales de sombras sobre las ruinas.
Donde entre palmeras y gritos de forajidos sueñan
los papagayos.
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