miércoles, 14 de octubre de 2015
Mirada
Creo en esta ciudad.
En sus nociones hasta llegar a la concepciòn de lo fisico.
En sus materiales -por lo general- de matices celestes.
En la emociòn de los papiros sobre sus citaras.
En los solidos al emparentarse.
En los castillos sin sombra.
Tambièn creo en una especie de astrofisica.
En los vaticinios de una astromelia junto al piano.
En la sensibilidad de la liebre en las esferas del himen.
Creo en sus cabellos.
Son los mismos que escriben en una plaza al renacer
o descuelgan espejos de los bolidos.
Son aquellos que descifran lo milenario en una bengala
cuando duermen los relampagos.
Aquellos que ligan armaduras de polen en casos
de plateadas arquidiocesis. Esos que eligen
cervicales entre los virreyes.
Son adioses se dice.
Bajorrelieves de espuma en las curvas.
Centimetros de oxigeno en una herradura.
Mitades de un sueño conquistado por las hojas.
Por el aroma rojo de una entraña aùn dinastica.
Por el desierto donde mora una cota.
Creo en los cascos.
En las insignias de una huella en el bronce.
En las capitales donde los jinetes desatan el mastil
invisible de la popa.
Creo en eso tan cotidiano que existe en la luz.
En los millones de habitos en las palabras cuando clasifican
los paramos y uno de ellos cubre una purpura
nociòn escindida en el velo.
En los barcos.
En el significado de una ruina y la expresiòn de
la escarcha mientras representa la secuencia de un dinosaurio
que bebe de la lluvia.
Secuencia por lo demas gelatinosa.
Llena de telescopios como el corazòn de aquellos que intentan
mirar en el amanecer hacia el cielo.
Y sòlo un astro puede sostener y devolverles la mirada.
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