martes, 20 de octubre de 2015

La Estrella




La estrella.
La estrella es verde.
Lleva una melodìa de plastilina en una
de sus herraduras.

Estira lapices donde la reproducciòn indica
el lugar para legendarios megàfonos tocando en
el solsticio, la constelaciòn de 
una uña.

Posee mandibulas como las de una epoca cetacea
con olor a cipreses.

Naturales como la espuma donde habita una
escalera. En ella quien encontrò el camino hacia
el cielo mas rapido que el hombre, fue el aire.

Es ella quien encontrò el camino hacia los sacerdotes
fue el viento.

La estrella. Imagino que debido a su color verde
existe una frecuencia,
un mundo simultaneo donde las banderas 
presionan los brazaletes
de la hierba.

Imagino que sus habitantes son de un color
que es inasible para alguna parte de nosotros.

-la otra parte es institucional como el aliento-

Como el silencio de un dios que entierra un cometa.
O la verticalidad del viento es una lluvia horizontal
de cromo.

Tal vez de bronce.
Quiza de un talamo donde un espejo de bruma
deviene entre ojos cerrados intentando tocar el parpado
de una nebulosa, de un valle
antartico entre fisuras, de un sacrificio tensado
por una manifestaciòn de àrboles.

El evento de la poesìa conoce esa imagen, incluso un
poco màs allà, llevarìamos un templo con aquellas
fantasìa que proviene de los huesos y
la hunde entre brocales y las piastras.

Asi la arroja en los sedimentos o los gritos de un muelle
por cada instante de la noche.

Por cada uno que nosotros al cual le toco vivir sobre 
la porcelana de los faroles.

De los monjes en cada brisa tomada por un ayuno.

El evento de la poesìa conoce esa imagen.

Data de siglos y ahora se vuelca entre los crateres.

Con la emociòn, con esa extraña intensidad
del verbo en un jardìn cuando es desfigurado.





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