domingo, 4 de octubre de 2015

Poseo un Puerto




Poseo un puerto.
Eso nunca ha sido suficiente -como un mineral- digamos.
Tampoco necesario, igual a un pedazo de carne
durante la tarde, por ejemplo.
En realidad parece que ha sido nada.
Y por más que no tenga una definición espíritual desde
mi corazón para la nada, es una de las cosas
que afirmaré en este texto. Pero...

Un puerto es un lugar primitivo como los barcos.
Una estrella llena de navìos con ordenes maritimas llenas
de verdugos.
Un puerto es la reminiscencia de un muelle.
Las constelacion de gravedad en la hojarasca.
La cultura del latigo por parte del oceano a travès de las
olas y las ecuaciones.
La cultura de la cresta en los bajorrelieves de la espuma
cuando todo tiene su origen en la ola
y el lagarto.
También esa contemplación a la que llegan las iguanas 
cuando logramos ser semejantes a un escrito -posiblemente
iguales- identicos en oxigeno y aliento como todo
aquello que gira en sus pulmones. Hablo de
un instante agónico.

Poseo un puerto.
Sus jardines de algodón aún buzean en la nieve
cuando los objetos se relativizan.
Sus superficies aterrizan entre contenidos que llegaron
luego de estudiar arquitecturas y raices.

Un puerto que es sólo un holograma,
una medida de relojes en un area
de plasmas y crucigramas,
una espera igual a la
de un oso hormiguero en la punta de la lluvia
sin escalpelos.

Escalpelos dorados, sí, como los grilletes que
detienen el infinito








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