jueves, 1 de octubre de 2015
El Tigre Blanco
El tigre es blanco.
Camina por los acentos como alguna vez lo
hizo por la ilusiòn.
Porquè ello es la pregunta de los cascos.
De las formas y los cadaveres aguardando en
una estrofa. De los santuarios.
Ciñense a otro oceano las estrellas
-a otra luz violeta-
alguna menta el nombre de la constelaciòn a
la que pertenecìa; igual el hombre evocando
las paredes de una casa infantil, llena de
cirios clavados en sus jardines por la memoria.
Una memoria que entre sepulcros vocaliza.
Que siembra.
Y piensa en los planos de expresiòn como una
daga.
El tigre es blanco.
Lo son tambièn sus fosiles.
Cualquiera de los dos pudo haber sido un animal.
Sin duda nuestros nombres pudieron confundirse entre
aquellos que detràs de las colinas, son dichos en otra lengua.
Otro idioma, ese que de noche es semejante a las
sienes o la caida horizontal del verbo en las
murallas.
No quiere un solo cabello en el oido pero si en
su corazòn, roza los poderes del sol un amanecer de advientos
y galerias que la soledad digiere como una laberinto diafano
de agua, el tigre es blanco
lo vemos en su apariencia.
Nos quedamos tranquilos ante ella a pesar que no
podamos entenderla.
Pero nos inquietamos al no saber en que lugar de aquel
cuerpo, està su oscuridad.
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