jueves, 15 de octubre de 2015
Estandartes
Adquiero una palabra.
He llegado a ella según el tratado de
los trineos y equinoccios.
Duermo en su corazón según los oficios
del ancla debajo de las superficies.
(Oficios submarinos, terrestre-religiosos)
Me presento ante el sol con
una ciudad terrorista de emblemas
mientras el viento es cohesionado entre alas
como las de un minotauro cuando duerme; de
ello nunca ha de hablarnos una mitología.
Menos una mitología personal, esas que
son desesperadamente subjetivas.
Lo último es casi semejante a un manicomio.
Tomo una palabra.
Es el seudonimo del acento en una cuchara.
El idilio del tenedor en la mesa, el cuadro de un
mamifero tomando apuntes de su vida desde
las escaleras y los lances donde la
escritura apunta al anda, al crucifijo, a la vereda
donde una bovedas anuncia las cupulas; alli
un gallinazo muestra aún la saliva
de dios en su frente.
Saliva con un diente y sólo una encia de color
amarillo.
Saliva que es casi un estandarte.
Allí el verde de la naturaleza vuelve a
brotar en sus origenes.
Y en la metafisica salud de la noche vuelve a
saludar a los hombres.
Con ese material y fisico latido que ambos
conocemos hasta la saciedad de su pecho.
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