miércoles, 7 de octubre de 2015

El Jaguar de Oro





Un papel de aire junto a una pared de eter.
El jaguar de oro en una reminiscencia.

Recogense las hojas desde un idilio que es
indomito en alguno de sus tropos. Traen las 
noticias de una muralla, traen el àrbol donde los 
trechos se convierten en una criatura y desde el granizo
elevanse dìas de esporas y de polen, de arreboles 
inundando encuentros amarillos en los parpados.

La brisa de un mineral es el orden antiguo en la palabra
que vuelve al sueño desde la hojarasca. Ligeros pasos se 
visten de truenos. Salitres extraños como la transparencia
vagan de un idilio a otro en las calles. Flota en el sol
un mar ebrio.

Desertamos nuevamente entre liquidos de aceite.
Naufragamos en los eventos del oceamo tanto como en los
ciclos de la hierba, descascarada por los nombres de
aquellos episodios de brea, caminando junto a 
un elefante.

Se hacen marinos los vortices.
Caminan a la metamorfosis los aulos.
Trepanan como hace siglos en la mas insòlita
oscuridad, los oboes.

Despiertan las veredas de una manada.
Las urnas caminan a los silos con sonidos de tallos
y minaretes, nace una incrustaciòn.

Y entre ello la noche es un vaticinio de liebre
volviendose a tensar entre las
hordas.








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