martes, 3 de junio de 2014
Los Husares y los Griales
No eran como la lluvia.
Tenìan aletas y al alcanzar el vuelo rompìan el aire
de manera diferente.
Su pasado escribìa delicioso en las partes
donde el estigma se convertìa en hermeneuta para
crear la persecuciòn de una sentencia.
Nadie escribe de un pez como si fuera un hermeneuta.
A lo sumo pensamos en èl como una aleta
debajo del horizonte.
O el humo de las guitarras con grifos en el rostro de
la trascienda irracional o imaginaria: dos dimensiones ahora
que cuento los moluscos, con la tregua de una insecto quemàndose
a si mismo por la noche. Pero no es la tregua
ni una medida humana de liquenes
que de semilla en semilla
completa nociones primaverales de mineral
o narraciones del universo entre pastizales donde los sentidos
dejan un anillo que colgaba de saturno con
la conmociòn inquietante de ese
esoterismo que nos cantan
los brujos
en el momento en que nadie pertenece a nadie.
No son tampoco los husares
ni los glosarios.
El beso de los griales era en realidad un candado.
Escribieron para el hierro entre civilizaciònes
de àrcangeles.
Y si el mundo era nuevo para ti, te olvidaste del plomo
que guardamos en cada cual
para cantarnos solitarios y no a costa de nuestra mejilla
o las ceremonias con tanto sepulcro solitario
en la tierra.
Sòlo nos bastò la sombra de la tierra.
Nada màs que el reflejo de todas las cenizas.
Guillermo Paredes
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