lunes, 16 de junio de 2014
Textualidad
A veces el poema logra sentarse, medita.
Lo esperan prehistoricos barcos.
El sarmiento en una gota de sal desde
los acantilados.
Un precipicio de opalos.
Y en esas veces el poema busca la herradura
en su rostro. La textualidad invocada por
el testimonio reconstruyendo
un ventilador, el sonido
de una bocina
-nihilica-
como las veredas de plastilina que
escribe en la subjetividad
de un destello en los zafiros,
en una columna.
En otras el poema abandona el meditar
y declara, sumas de providencias y escrituras
sexuales como el eter o las nociones del patio, donde
la infancia aùn deja ver las tesis compartidas
con mandarines que tocan un trenza
en la hora del hechizo.
O esa oraciòn hacia los puntos cardinales.
Materiales todos, como una svàstica en
la frente de los àtomos.
O de las cèlulas.
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