miércoles, 11 de junio de 2014

El Estìo del Triàngulo







Recuerdo el compas despuès de la nieve.
El autobus de piedra contando toperoles
dentro de una marioneta. La febrilidad con
que anunciabase un peso en aquel hiàlino,
caminando hacia objetos de agua como
la ceràmica. Dormìamos entonces en cartas
sin entendimiento.

Yo presenciaba en esas noches la llegada
del aulo, la mantica de aquello ante un rìo
cuando sus gotas son de agua y el eje
en ellas al girar hacia el aire
toca nuestras sienes.

Allì tuve conciencia de lo

sobrentaural.

Sobre ello la estratègica evidencia
de un rompeolas separando aun màs 
una marea en la atmosfera.

Promontorios y sacerdotes entre bovedas
de asedios, donde el brillo flanquea
la iniciaciòn.

Donde el brillo medita en los truenos con 
los cuales el viento -violenta tramontina
de aerosol- deducìa contenidos de 
màscaras, libros de salitre
en una argamasa, conventos de
momias y pedestales, sumergidas en el
estìo de un triàngulo.

Que hace siglos otras mentes, convirtieron
en piràmides.




Guillermo Paredes







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