martes, 24 de junio de 2014

El Oráculo del Agua







En días alusivos al eter, empuñaste el carbón y
al escribir dramatizaste en sus brios, como si fueran
acidos creando puertos en las venas. De esa manera
son cubiertos los troquedales que van hacia el juicio o las
fosforescencias que toman el camino de la estampida y 
la plasticidad, descubriendo reminiscencias en el
día que se apaga.

Y no es la claridad quién los toma del secreto
ni tampoco ella quien los arroja a cavernas ribonucleicas
hasta que el amoniaco de una ensenada llega perfeccionandose
en auroras que presagiadas por un cabellera
describen que no es africano el elefante
en la lluvia.

Como trapezoides, algebras que una noche cartesiana
vuelven al solar con pianos de nombres y helveticas raciones
con las ballestas y clarinadas, cuando una relación del poema es
de feretros y lazaros, cuando no, una sugerencia de oxigeno
consultando en el universo, antes de llegar al agua.

En una gesta de aire donde no hay oráculos.

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