miércoles, 4 de mayo de 2016
Sobre la Niebla y el Espìritu
Conozco la niebla un poco menos que mi espìritu.
Podrìa decir algo de ella con una imagen, pero eso sòlo
serìa el principio de algo interminable. Infinito como
los pasos que recorro. Tambièn
inextricable. Ademàs la
imagen no significa
el inicio con que
el espìritu
comienza su viaje por la tierra.
Està la carne.
Estàn los papiros que se convierten en sangre
entre la espuma.
Se encuentran los centimetros y kilogramos, la polea
ambidiestra en cada celula de la piel.
Podrìa hablar de la niebla desde algo espiritual
pero conozco poco de mi espìritu. Sè que es un mensaje
que rodea los cascos por la noche y vocea entre
los elementos de la vida una cortina,
una casa de fuselajes donde el vidrio se irisa con una
campana rota en el agua.
A veces intento adelantarme a los nombres por donde
llega a la noche con un propulsiòn hecha de citaras,
de ligamentos o de bovedas donde se han incrustado edades
de sol como el escrupulo, edades de sol como las
batistas golpeadas por las crestas o los galopes
por donde ascienden los muertos
hacia una primavera
con sus tambores
cristalinos.
Conozco la niebla. He ido con ella hacia
los acantilados para recorrer el frìo confundido con
los filos de los farallones. He caminado en cada una sus
hebras mientras el desasimiento se dirigìa hacia
los pendulos o aquello que transfigurandose
incendia jirones de sol en las hogueras
en las noches de voces
extranjeras.
De peñascos.
De ciudades de conchas en la orilla que son desfiguradas
lentamente.
Supongo que en esto empieza a diferenciarse la niebla
del espìritu.
Esta llega a los objetos y vive en ellos hasta
transformarlos en polvo.
El espìritu, simplemente està allì para contarlo.
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