miércoles, 4 de mayo de 2016

La Mirada de los Relieves








El parpado era buscado por una palabra.
En el incendio de uno de los mundos 
las dimensiones
agitaban los desastres de los atomos.

El viento bajaba por el niquel como
un dios enterrado entre las 
piedras
y en los oraculos los alientos percibìan
el universo de los mares en 
las colas 
de los rascacielos.

Nos sumergiamos nuevamente en el rostro
de un yelmo tocado por los maleficios
mientras la piel llenaba
los santuarios y los 
templos de raices semejantes a todo lo que 
esparce
una quimera de polvo en sus ojeras
y megafonos.

Caminabamos a las alamedas y el vibrar 
constante de una amapola en una canciòn de 
brea donde las siluetas eran el inicio
de un aullido.

Disputabamos una canciòn de cobre al instinto
en la medida que el mar recordaba
las helices de la tierra
en un sordo
capitulo de hierba y espirales por los cuales las
palabras salìan de si mismas para
saludarse o destruirse
apoyadas en los
troncos.

Recordabamos el reflejo, la estructura del 
caos
entre naturalezas de humo 
divididas por la naturaleza en una costra 
de olmos y claxons
de bolicheras y calles con escolios
en un nudo de sal
ardiente en las regiones del caballo
donde los solidos representaban
el origen de los astronautas.

El principio de los sellos.

Y de las religiones donde las asonadas
llegan policromas.

Establecidas por cejas de plantigrados
y cuellos de dromedarios.

Desde los cuales miran el mar por
primera vez los relieves.















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