lunes, 2 de mayo de 2016
Jardines de Carbones
Se hallan entre las vocaciones. Al lado de un animal
que mira algunas veces entre la penumbra, con el caos
de un ser mientras duerme en una habitaciòn
colmada de lechuzas.
En el idioma de una raìz con la
hoja, bajo este otoño manifestandose en un parpado
mientras los origenes del oceano se suspenden entre
invocaciones de carne y de yodo.
Se encuentran en las tijeras.
En los tulipanes que atraviesan las cruces, en el olor
a gasolina de las puntas de las fiebres, en los nucleos
sudorosos de una colina donde recreanse las
costras.
En una soledad habitada por herraduras.
Por dirigibles que toman la estela de las bandadas en el
hemisferio. Silueteados por cohortes y templos
sobre las nubes de aquello que encima de la tierra
no es tan infinito y tiene limites de sal sobre cualquier
preludio.
Se encuentran en los preludios, en las alas de esos
preludios que llamamos presagios, en el nucleo inveterado
de una apariencia en la arena dotada esta vez de
escamas o iones con escoltas de nebulosas
y de hierbas.
En las esporas.
En la crisolita o el espìritu de los lenguajes
que dejan de migrar entre los bosques de la tierra
mientras la identidad de las reliquias en las manos
irrumpe en un megafono, lleno de lupas y monotonìas.
En los resplandores que nunca son de acero
y extrañamente buscan resurrecciones en el niquel
de las aspas.
Entre los buques y los diques.
En las extensiones de una gaviota con sus cremas
de musgo con las cuales deletrea el mundo.
Junto a un rehen que incursiona en un
verano de avispas.
Donde rìos de negro caminan buscando
desesperadamente
igual que ellos, los mismos jardines.
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