miércoles, 11 de mayo de 2016

Cualquier Hecho de Barro






Cualquier hecho de barro en el vapor, en
una ciudad de madera donde se pudren colgados
de los faroles los linces.

Cualquier hecho, especificamente de barro
que se haya dormido respirando oxigeno y
haya despertando respirando acidos.

Todo evento que manifiesta una gota y camina
hacia un extraño simulacro lleno de puertos
en los bolsillos, donde una moneda de carbòn se
quema. Todo pacto con los morteros 
debajo de los overoles.

Toda ceremonia que vive en la conciencia de
las habitaciones, dormida en las canteras de las 
lamparas.

Todos los ojos que sòlo se pueden unir detràs de 
los navìos.

La visiòn del cartilago entre los reflejos donde
cosas ineditas como la realidad rasgan su apariencia
muy cerca de la nada y el vacìo.

La visiòn que es de una trama donde los àrboles
son separados por una mejilla y el mar duerme sobre
travesaños con un piano en los oidos.

La longitud del caos acariciando una serpiente.

Toda serpentina en las barricadas del caos o lo
primordial, extasiado en las frondas formadas por
los naipes que buscan en tu vida.

Toda vida de la gaita encerrada en un caracol.

Toda bocina en los desfiladeros donde los diluvios
abandonan su roce como un tacto propio de invernaderos
llenos de sal y branquias que siguen a las
simetrìas del frìo.

En las torres de una causalidad llena de puertas
que son atravesadas por rojas embajadas
de crisoles.

Cualquier historia.
El pulso de una calle.
Las cosas ademàs de la liebre, las aduanas
que cruzan emocionalmente la duda, igual que un
corazòn con señales de escolleras dormidas en
una de sus sombras, donde giran
las helices de una duna, de un
medano donde construyen campanas las avispas.

En todo ello.
Y en la carta flanqueada por el petroleo.
El kilometro de gasolina en una mañana domestica
donde el follaje usa palabras como el diablo
para sostenerse. 

El momento quimico de la pradera, de la
fragata entrelazada a un tridente o a la historia de
una estaciòn donde vibra un nucleo que
en algùn punto del amanecer
creciò ante nuestras pupìlas intentando
mostrar algo. Supongo que era un oleaje.

Toda luz, todo arrecife, asaltando vientos de 
aluminio, donde los dragones se depilan y las rodillas
muerden los eclipses del verbo, bajo un gurbiòn o
en las cataratas de las cuales el acantilado 
tomò su forma.

Por màs que ese acantilado sostenga perpetuamente
lo contrario.












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