domingo, 1 de mayo de 2016
Los Nombres de Cera
Recuerdo una memoria hecha de pàjaros.
Un esquimal de hierro al final del invierno en que aùn
el frìo arrastraba mandibulas del otoño.
El gris sobre la franela flotando en los liquidos jardines
de un manantial con un extraño peso.
El icaro hecho de opuestos en la ira de la brisa.
El huerto para las corolas y el huerto para los limones
abiertos en la noche por la punta de una estrella.
Parece exacto el vuelo de una cigueña sobre
el campanario cuya imagen semejaba una historia que
traìa rieles y sobre ellos vagones para imitar la dialectica.
Parece.
Recuerdo el final de las luces con epicentros al lado
de una mañana donde eran devoradas sobre los palacios
los rigores entre el deseo de las pieles. Luces devoradas
por los prismas.
Recuerdo el coeficiente y los rasgos. El cadaver de una nube
en las alas.
Vuelvo al cuello y al cono, con esa supersticiòn que tomamos
de un enjambre un atardecer de noticias y fragmentos
de alamos.
El cipres en las ondulaciones de un farol, en cuya amalgama
paisajes de hielo parecen decorar y oscurecer la leche.
El horizonte de pinos que nos ofrecìan las calles con una
distancia llena de aceitunas.
Recuerdo los candados en universos de deseo en el bronce
llenos de catapultas como las que llevan en sus ojos las
termitas. Recuerdo nombres como aquellos que son degollados
o aquellos que van a vivir despuès que los trenes se hayan
ahogado en el rìo.
Nombres de aceite igual que los nuestros.
Nombres de cera para que puedan derretirse.
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