domingo, 29 de mayo de 2016
El Opalo Seco
Inclinarse al àrbol o encaminarse a una esfera.
Escribir detràs de las puertas hasta la llegada de
un alfiler que lleva hojas de vidrio.
Presentir en la escritura del aire hasta
que finalmente algo en la arena es instruido; una aleta,
un caracol.
Golpearse en una historia de navìos que
presagiaban de manera semejante a las helices
la continuidad de los circulos.
Recordar que aquello en la brisa,
camina como un puerto llevando estaciones de
franjas o periodicos que mecen los encantamientos.
Escribir despuès de un alfiler que lleva hojas de
vidrio. Leer en las palabras encerradas en esas hojas.
Alimentarse una noche de sus silabas si es posible.
Ver la vocal del espolòn donde se juntan
expresiones de sal y hornos amarillos, iguales a la
intensidad de un juguete por el cual se llega
a un simulacro.
Sentarse en los parques hasta pertenecer a los
faroles.
Recorrer en cada ventana la cabellera donde
duerme una flauta al lado de una performance,
allì se reencarnan cosas celestes iguales a la
espuma al ahogar su idilio.
Acercarse a la soledad con un periodico azul en la
boca. Incrustar sus paginas entre la
realidad.
Imitar a los animales muy cerca de la memoria
junto a un opalo seco.
Encontrarse ruidosamente con una escencia que
borra las peninsulas, en una carta de aceite
donde se agitan las apariencias.
Reencarnarse en un nihilismo, justo en el instante
que todas las palabras semejan una que definirà
el sudor de los vapores.
Y darse cuenta que ello no es una estètica.
Sòlo semeja un extraño lugar
una extraña cueva.
Que nunca se logra cruzar.
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