miércoles, 25 de mayo de 2016
La Lechuza y los Labios en los Dados
Alguien llegará.
Abriré las ventanas y puertas para
que pase.
Quizá hable con él, aunque ello en esta casa
lo hacen otros seres.
En su rostro
habrá una circunferencia asi que estaré quieto
intentando completar con la mirada la
dimensión de la misma.
De su rostro lo primero que caerá es el agua.
La historia de un circuito.
La brillantez de un anagrama oprimido en
la tarde -sólo por la tarde- por un
puente.
Alguien.
Lo llamaré episodio o manantial que cede
a la luz entre historias donde se combinan las
bengalas y los hilos.
Llegará.
Será como una antología cosmetica en una vara
donde descansan los filos, los roces, los procesos de
una muralla casi sin brújulas, avistadas
extrañamente por los faros y no al
contrario.
Quizá cuando se sienta en esta mesa
nos saludaremos. Quizá cruzemos palabras.
Pero eso no tendrá importancia.
Al margen de ellos creo que buscaremos un sonido
que provenga de un velero, de un acento acuatico donde
las olas se acarician y los secretos son amarillos
como una ventana dejando ver la curva
de una bacilica.
Y al sentarse recordará
los colores del día como lo hace el espacio entre
el infinito, cuando los televisores y los diafragmas son
salvoconductos en una cocina. Quién sabe para
llegar a dónde.
Alguien llegará.
Yo tendré una lechuza en mi hombro con un dado
en el pico.
El otro estará en mis labios, intentando reconocer
entre el horror una palabra.
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