jueves, 26 de mayo de 2016

Los Ojos de los Cabellos







Allà no hay parques. Pero de noche
se citan los abortos y los ocios con inmensas
noticias de gallos crepusculares
llevando militancias de amatista y aluminio 
a una casa.

Tampoco existen barcos. Pero lo que florece
acercandose a la imagen de un navìo
pertenece a los girasoles, a la muerte del 
color blanco en los tulipanes, donde se
escoltan los tallos entre infinitos paneles de
gallinazos.

Y si buscaramos la vida tendrìamos que
comprender otros hechos
el axioma de la luz por ejemplo,
el hecho del viento en el color de una frase
donde las arterias empiezan y donde
otras oraciones desde la tierra,
renacen
trayendo sus paraguas y reencarnaciones.

Allà no hay mamìferos.
Pero en cada cota hay un jardìn que recuerda
al hombre dibujado por un brillo de arena.

Yo pienso en una imagen donde el sol 
se apuesta un instante sobre la fosforescencia
secreta de cada grano. En cada uno 
la luz revela un universo de preludios y 
martillos.

Atardeceres con hilachas en sus frutos
o tejidos formados por la brisa en la silueta
de una palmera, de un retrato de zinc
en el pelo, de una historia de polen
que una gaviota desenreda entre 
leyendas urbanas de plastico
donde dios por el amanecer aùn se abraza
a un megàfono dormido en los cabellos.

En los ojos de esos cabellos.

Que con la llegada del alba nos muestran 
tambièn sus legañas.




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