viernes, 13 de mayo de 2016

Poema






Ella tenia una manzana en uno de sus ojos.

Al lado de esa manzana habia un techo colocando 
serpientes de forma amarilla.

Ella era una casa que adivinaba los misterios
debajo de un objeto de agua, durante epocas de diluvios
donde viran las herraduras para transformarse en
nombres.

El caminaba por las ruinas igual a una hoja.

Ella conmovìa objetos de algas que recordaban la
disciplina de la ley sobre una fogata.

A lo lejos las cabelleras tenìan el significado de
las catedrales.

El recopilaba en los plazos, las sintesis de una negra
fotografa.

El constituìa por la tarde, los estandartes con que el
humo fija las plagas del cielo en las maderas.

El voceaba ese hemisferio en los relojes de un hombre
con una espina purpura.

Ella daba por sentado las tierras de los alquimistas
en un mundo de paradojas.

Ninguno de los dos pensaba en las uvas que son
tomadas de los craneos o esos nombres que al 
pronunciarse son silabas.

Tampoco vivìan en las calles con telas de sol o
periodicos.

Creo que una o dos veces se habìan encontrado 
bajo el nucleo de una ciudad o la identidad de la
fosforescencia.

Habìan escupido tal como lo hace todo el mundo 
ante la llegada de los atltas.

Se conmovieron ante el torpor de manera diminuta.
Miraron los advientos.
Dieron sepulcros grises a los sepulcros antes de 
la llegada de los dioses.

Ella volvìo de los espejos con raìces que crean 
inicios y circunferencias.

Dejo la intensidad en una piscina donde ciertas
y determinadas adolescencias practicaban 
rituales.

Ella escribìo sobre el tronco del àrbol de esos
rituales.

El llego a ellos con un plano del sol cuando
sueña.

Rodeado de selvas.





No hay comentarios:

Publicar un comentario