domingo, 22 de mayo de 2016

El Oxigeno de la Brisa





La brisa es quien despierta.

A veces salgo a las calles para interpretarla
desde el interior de un eslabón o en su defecto
sentado en la brea, donde las plagas tarde
o temprano colisionan con esa realidad
formada por el hemisferio 
para ser arrojada 
por la noche convertida en astrología
al pavimento.

Sólo los atomos
encuentran en aquella astrología
sus constelaciones.

También existen peces.
Cada uno cuelga de la realidad como
un mito. En cada uno
de esos peces
vibra una rama, en cada uno la tarde
victimó a su complice en la aurora, donde los
puentes dibujaban las yescas de los
mástiles y aquellas que respiran en los sonidos 
errantes de las hendiduras.

La brisa es quien despierta.
Lo hace entre plagas que son de langostas
buscando llegar a una hoguera.

Entre nombres vagabundos de los troncos.
Entre la libertad con que la idolatría grafica una
ceremonia de árboles al lado de la
civilización.

La brisa que básicamente es una intensidad.

Una oración iluminada por la desesperación
junto a una vena abstracto y compleja, donde
la proporción de la sangre
debajo de la piel semeja un presente de oxigeno

e hidrógeno.

Un presente donde los galgos habitan la suerte
de una hoja en el pensamiento de un pájaro.


Un presente acomedido con los objetos porque
cada uno encontró el sueño que llega siempre de 
los limites.

De las agujas donde los veleros aguardan arrancar
un semaforo de los paraderos.

La brisa es quien despierta.

Y yo sólo debo salir a las calles, para ahogarme
en ella.











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