jueves, 19 de mayo de 2016

El Arbol de Sal






La noche toma sentinas.

En alguno de los contenedores los nombres
han llegado a màs de una botella y en uno de los
objetos designados por esos nombres
la espuma alarga el sonido de una membrana
donde sueña un solido.

Los grillos entrelazan nucleos.


Las piràmides crean feudos donde las cadenas
inician el camino a una estela,
en la cual los diluvios cierran los ojos ante la
llegada del trigo. 

Introducciones y sumas de epilogos.

Concentraciones de carne en una ventana de
amapolas donde las nupcias significan el
aleteo de una mejilla.

Prologos de sol en el amanecer cuando las
citas con los suburbios exponen un
menguante en las flautas.

Un menguante desconocido en las efigies
que dejan los tambores en un tallo, donde se
insinuan relampagos.

Los relampagos parecen en este momento
simulacros de siete objetos en las inquisiciones
del tiempo.

Los relampagos han tendido una madeja
llena de carteles, donde las letras son hondas
observando circulos.

Una diferencia busca un adjetivo para separarse
de una palabra donde los semidioses despiertan.

El àrbol de sal aparece en la continuidad
del aire con un acto de helio.

El àrbol es de sal y duerme ante la
llegada de los aerosoles, los pabellones se
convierten en feromonas.

Las casas colocan la ambiguedad de una
imagen con absolutas nervaduras.

Los crimenes llenan de pureza los eventos
donde se oprime una horda con ladrillos.

Avenidas de reencarnaciones inspiran un
mito.

Las cupulas de lo invisible regresan a las
catedrales.

Monstruos amarillos de seda son cautivados
en los parques.

La noche toma sentinas.

Cada una se parece al verbo  introduciendose
en todo lo creado en las palabras.

Ebrio de manadas y sienes.

De fechas e hipotalamos.














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