viernes, 28 de agosto de 2015

Naturalmente como un Exodo





La razón es lo mismo. Preguntamos de qué.
Duerme sobre la noche como una araña de nieve,
reclutando curvas de catedrales y negligencias
de cuervos, junto a voces de conmoción, por lo
general estéticas, diseminadas por el color del
alfiler cuando llueve.

Como un lenguaje publico de mar o un 
laboratorio de branquias sociales y puras, llegando
de los abrevaderos con extrañas noticias del
desierto, de la luz y el encéfalo del anonimato con
que una imagen de gramófono es la pluma
donde anhelamos movimientos ligeros industriales
virando hacia la descripición, como brazaletes 
de hierba, dejando de escribir en la tibieza o
el talón del timpano.

Sistemas de coral.
Bases de aluminio en los registros.
Legitimas telecomunicaciones de hambre se
incriben  junto a un utero según la altura maxima
de las versiones; se escriben desde el tonelaje y 
el lecho politico de una cofradía, en esta los
primeros elixires estampan un huerto,
un sonido de bronce entre los
asteroides.

Heroes de escarcha como un anhelido.
Cinturas de botas semejantes a un horizonte que
devora de noche legañas. 

Impresiones  de leche silueteadas por cadenas y
geografos donde pastan los ornitorrincos.

Sí, la razón.
Adquiere caminantes, despunta al plexo, dispersa
husares que viven amamantados por el hollín
y luego entre las chimeneas se desata un prologo
de voluptuosos orines.

Y en aquella razón el aire.
La densiometría del árbol. El hombre
que duerme sobre un geranio...

Natural.
Naturalmente antiguo como un exodo.




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