lunes, 17 de agosto de 2015

Forma de una Tragedia






Una tragedia de color rosado, donde sòlo la
eternidad se pose.

La historia con olor a tierra humedad arrancada
a las montañas.

El lenguaje es ya de las cuevas porque en ellas se 
forman grutas que pertenecen a los himnos.

Las raices del sol, acompañadas de criaturas
celestes, conforman ligeros rascacielos adheridos a 
la penumbra.

Foraneos acentos, donde las mareas suben
hacia la tempestad, organizan el rastreo de una 
gaviota en una brisa de petroleo.

Dorados pabellones, donde el idilio de la 
espuma es el cardo en el instante de la necesidad,
vocean romànticos girasoles de sangre.

Una tragedia con sobrevivientes de vaporosos
eslabones, todos organizados por trineos, ascienden
hasta el evento de sal en los caracoles.

El tacto verdadero del aire sobre el oceano, reflejado
por una maqueta y verosimiles pautas de una melena
en el ondear del viento de bronce.

La oraciòn del bulbo, junto a fabulas reaccionarias
ensambladas en un poema por el rito, son nuevamente 
el viaje de la crisolita y el resorte en las uñas.

La correspondencia de la imaginaciòn con un trecho 
de mustelidos, avanza entre husares y pretorianos.

La respiraciòn de una orilla entre franjas de estelas;
en una de ellas equidista un pulmòn del aire.

La respuesta de un marsupial en el interior de
una capacidad de iòn y neutrones.

Compuestos virginales por donde la inspiraciòn
vocea un pubis, esparcen andròginos fuelles.

El sentido de un druida -inutil, al parecer- al caer
de los palcos, sumergese entre respiros de animales.

La soledad de una marcha abierta a los esquemas
y un amanecer todavìa ante un planeta de hipocampos,
donde describe la saliva un hipopotamo.

Una tragedia -escribìmos- y junto a ella cabalgatas de
equinos.

De equinos y panteras, encerrando en sus ojos de
obsidiana una tragedia.






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