sábado, 8 de agosto de 2015
La Policromìa de los Bordes
Tienes un invierno que aùn es de rosaledas.
Un tacto desde su interior llega a un astro.
Un tacto que trae tejidos de polen en sus
manos. Desde ello llegamos a la magnitud,
a la lluvia de escafandras donde sueñam
los relampagos su jardin envuelto por
las llamas y renaciendo en ellas
para elevarse siempre desde el fuego,
un ancla.
Tambièn como tù llevo un invierno.
Uno de muchos todavìa, de diminuto aùn
y exiguos bordes de plantas, de laminas
llenas de esferas y craneos, de
ranas y colores que despliegan
la unidad de los carbones
cuando la brisa sueña en forma de helice.
Un invierno con bordes de policromìa.
En sintonìa con los yacimientos y las
historias del rìo, donde lo desconocido
evalua, el sequito que domina una perla,
la lengua del diamante al llegar a la aurora,
el mundo que hay en la lluvia y despuès
la conciencia del mar, escribiendo
de los imanes, oyendo en los mitos.
Y entonces la rejilla por donde un ciudadano
asciende al anden roto, al mensaje del himno
en una subasta, al patrimonio del paisaje
en una coartada.
Entonces lo que nos aguardaba en un
caleidoscopio, cuando resucitar es marròn
igual que una mañana, tiene el sentido
del roble en la cola de los pajaros.
Y este invierno nos encuentra, en los
pedazos de celulas que nos fueron arrancados
por el aire.
Mientras caminabamos por el celeste
màs palido de las veredas.
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