miércoles, 26 de agosto de 2015
Los Lejanos Cielos
Altas penumbras de nitrògeno, por las que
recogimos uno de tus cuerpos y el amanecer
era de iones. Tù habìas escrito en el mismo como
un halcòn lo hace con sus garras en el viento; tù eras
milenario como la peste entre los hombres o las
primeras historias de los lagartos en el barro,
los caudalosos rìos, mientras nombres
herviboros no teniendo porque desertar a los datiles,
lo hacìan.
Altos, colosales cielos de nitrògeno, sobre ustedes el
lienzo de aquel cuerpo, su textura ungida por el sol y los
cabellos del fuego y despuès un juguete de grasa en el
tiempo, la imagen amarilla de un lago donde el manuscrito
ensartaba el papel traido de una bahìa con referencias
llegando del ansia, del anhelo por una letra de escapar
a un abecedario y religar al poema.
Y ello sucedìa mientras aquì, el follaje era matizado por
la brisa; aquì era el dìa con una maldiciòn en los arcos
donde la naturaleza llegaba al mediodìa reemplazando
a los cisnes y una carta de ventiladores procesaba
una mecha de escalas y variopintos axiomas
donde una marioneta desnudaba su pubertad de hocico,
su adolescencia de armiño en la semiotica de una vereda
hundida en la lengua del fuelle;el romàntico cabo y la
cota a su lado, originaban un anden en las piramides
del hemisferio, terminando de dar origen a esa
figura en una linea boreal, astral como las cosas que deja
de citar al lenguaje para reconocerse.
Altos cuello de nitrogeno, por los cuales uno de tus
cuerpos cruzò una libertad graficada en el ruido y las
inmensas prologanciones de los heraldos con el azufre,
batallones de templos buscando la gravedad de lo
nocturno, desde legiones de espinas que unen elementos
de leche, clepsidras de horror donde empieza una
curva; cometas de cisternas son donde emerge allende
a angeles de tiza, un sueño.
Lleno de tenedores y criaturas saladas.
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