viernes, 21 de agosto de 2015

La Llegada a los Arboles






Era invierno cuando llegué a los árboles.
La melodía de los mismos en el interior se había
transformado en goleta, por lo cual aquellos
interiores se mostraban como reliquias
en este momento; la mirada?
La mirada era la misma.

Y bajo la piel otros rieles, los eventos del sol
con extraños tranvías. Yo, me sentaba ante mí mismo
con ese pedazo de invierno rodeado de imanes.
Yo pensaba en los atardeceres sin poder
cruzarlos.

Era un pedazo de invierno con muñecos y golpes
en la arcilla.

Las palabras formaban y creaban.
Las palabras traían en sus voces el frío y según todo
aquello que volvía a transformarse; lo hacían
según el conocimiento del aire y los elixires
del fuego, lo hacían con esa realidad
de violentas salvas de estandartes.

Los arrecifes volvían del sueño entre hojarascas
de grasa, entre mundos dirigidos hacia siluetas de 
nombre ingobernables como las interrogantes
avanzando en un mediodía de efigies.

Los arrecifes a pesar de la lejanía, traían un pedazo
de horizonte en cada ser y cada ser era mas que un objeto
en el habla. 

Los mitos describían los transitos de la madera a los liquidos.
Los papeles urdían en los tallos bajo augurios y presentimientos,
extrañas cosas reconocían en las sienes el papel del hombre
que llegaba para separarlas.

Infinitas lanzas crecían en una avenida. Arpones de luz
descendían por las escaleras con un ruido de bestias
en lo grotezco.

Ecos y epidemias, langostas que atravesaban mi casa y en
cada planear una pregunta diferente para el sembrío descalzo
en los oidos, en mis timpanos llenos de legendarias acusticas
y plazos ecuestres como los que viven en un eje.

Era invierno cuando lo llegué a los árboles.

Lo recordaba pero no por la imagen de un  nido con un
pájaro muerto en el mismo.

En realidad era por ello, que yo podía olvidarlo.







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