sábado, 22 de agosto de 2015
La Jaula de Sal
Habìa una jaula que conducìa al azogue.
A las figuras del sueño de los barbaros.
Habìa una nebulosa de gaviota en el oboe.
Una garra llena de cuadrilateros.
Una concepciòn del mundo en la impronta.
Bajo ello la soledad con la cual aceptamos un
norte, un fruto vacìo en las redes, un fruto
donde las leyes sostenìan el evento formado
por una pantera en la espuma. En ese evento situaste
tu experiencia, tu flor de parpados verdes como
la niebla o los acentos de los crateres.
Habìa una jaula, caminabamos con ella hacia
el principio del verano donde las arpas tomaban
emocionalmente cada atomo de mi cuerpo para
respirar y yo era un hombre emotivo y sentimental
despidiendose del barro a cada instante, yo era
un elemento caido sobre la madera, preguntando
en què punto de la noche, el pifano tomarìa
las pautas irreconciliables de los pàjaros
las pautas con sonido de embarcaciòn
y fragata que reinan entre los velamenes
con segundos de pruebas y galpones que hunden
el celeste de palidas resurrecciones.
Una jaula con el sentido del agua.
Con la intrepretaciòn de los espejos cuando
son liberados de la vida, una jaula con llamaradas
desnudandose ante el tornasol con las medidas
de un manuscrito en un drama, una jaula
con insinuaciones de sensualidad cuando se
apaga en la ira y un purpura escolastico
declara en el violeta, las errantes bocinas
del musgo, las que nos dejan en los labios
del salitre, en las escamas, en las escalas.
Con nada que alimentarnos, si no es de sal.
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