sábado, 8 de agosto de 2015
Maleficio
Considero a lo que vive en el puerto como un hueso.
Una lampara a veces y otras una avenida por donde
atraviesa la noche el reguero del redil.
He tratado de convencerme de que eso no es asi; un
puerto no està lleno de numeros ni de huesos.
Pero lo que cito esta noche de objetos convencionales
semejantes a una autopista.
Lo hago desde una sensibilidad nocturna encerrada en
el trueno, que por supuesto no me pertenece.
Desde los relampagos y los cines donde son relatadas
las cenizas y trances de una criatura.
En las aves que traen en sus plumas cotidianas breas.
En los rastreos de mandiles por un vaticinio caminando
detràs de una aguja.
Bajo las nociones del portico o la modernidad de un
bucle electrico.
Considero una tarde al lado de una puerta donde se
citan las edades con numeros magnificos.
Yo respiro en ellas hasta llegar a lo verosimil.
Yo anhelo un significado de lumenes tanto como de
portatropas.
Considero y vuelvo a considerar la fragancia de un
concepto en el parpado de una abeja. En la fragancia de
una anatomìa oyendo las raices de una bengala, donde
los fulgores ensayan siempre cosas profanas.
Sòlo entonces es cuando puedo mirar en las luces como
en un verdadero maleficio.
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