viernes, 14 de agosto de 2015

La Ciudad del Mito





Cuando entras a una ciudad, entras a un mito.
Tal ciudad no te permite lo real, sòlo es un
antiguo trono.
Tambièn es una equidistancia.
Un equilibrio, pero no con los pàjaros.

Y llegas a un techo sin rascacielos
donde la araña describe su lenguaje de helice
y desembocadura, de luz y desembarco.

Cuando llegas a una ciudad entras a un mito.
A una tradiciòn de pupilas.
A un obrero encerrado en las sienes.

Y lo haces con la soledad de la frente
en las esquirlas de la lluvia, en las temporadas 
grabadas por un anuncio de estopas antes de la llegada 
un megàfono, con algo siniestro como la imagen,
como la figura en el fondo de las raices.

Cuando llegas a una ciudad entras a la mitad
de una palabra.

La otra mitad es un mito.










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