sábado, 15 de agosto de 2015

Donde el Lince se Desliza



                                                 


Elevas cada cierto tiempo una pared.
Un libro de demonios junto al pètalo.
Un pabellòn donde se un lince se desliza.
Una tijera para el cuello de los idolos.

Sobre la curva un hombre deja una carta,
es de aquellas que habla sobre lo reciproco entre
los tejados y las agujas, entre los simulacros
y los sìmiles, cuando el final posee
trenes verdaderos o
algo asi como un megàfono en
los parpados filtra un 
cròtalo.

Dejas que la intensidad se sujete a los pelicanos
del mismo modo en que la intensidad del 
barco abandona un latido en
el espigòn de hierro, doblado en la
imaginaciòn por los tambores y
el acero.

Tomas un acto de la realidad y lo conmemoras.
Tejes un cisne.
Ofreces al verbo una peninsula.

Mientras los hombres incursionan en el infinito 
como si fueran astros.









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