miércoles, 1 de abril de 2015

El Canto Secreto





El universo despierta.
Las voces que se sumergen en él son
de platino,
de un juego esmeralda de ciegos sobre 
una cabellera, 
de una tierra donde las aves aprenden todavía
a alunizar.
Tales aves son sensibles a la astronomía y
la aeronautica.
A días de astrofísica y los círculos
que en la arena crea la mística
despellejada por la magia a veces.
El universo despierta
hay un astro aquí y otro allá que no
encontrarán su rumbo
y hablan entre ellos sobre qué destino
tomar.
Hay una galaxia más allá,
un agujero negro del cual brotan mariposas
blancas.
Ese es el universo en el cual fuimos entrenados 
para ver el cuarzo, 
en el cual nos aguardarán los zafiros
con melodía de cámara y lenguaje 
de sepulcro.
Y mientras tanto
el pavimento donde descansa
un helicóptero,
desentierra otros objetos del aire,
un trébol,
un cine de hojarasca,
una mandíbula en el horario secreto de 
los reflectores,
del topacio nombrando las silabas de la
desolación entre fraguas de 
anilina.
Transparencia de un mundo que circunda
tomando una antorcha,
una historia donde se bañan los fósiles
entre cuadernos que acaso
diseminan
el silencio de una liebre,
la espora que enumera celulas de barbaros
junto a un verdugo,
despidiendo aproximados de nieve.
Y yo pienso que esto es una forma de la uva
antes de escribir en la aceituna,
que los desiertos son largos y las criatura de
abeto.
No perfectamente redondas como el sueño, no.
Tampoco como los treboles que en el 
aire despiertan acompañando
a sus entrañas.
En un amanecer donde este poema empezó con el
canto secreto en la oscuridad de una
cigarra.




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