sábado, 4 de abril de 2015

El Espíritu del Poema





Si dices que el poema es revolucionario y se parece al hombre.
Si afirmas que lleva estandartes en cada vacío para que 
jamás podamos tocarlos.
-no es nuestra intención, obviamente-
Si te detienes a clasificar a los truenos y debes hacerlo rapido
antes que llegue un relámpago.
-en el fondo nunca sabemos que pasa cuando cae un relámpago-
Si nos llamamos con cerquillos en la arena, con ideologias de
piedras y sienes, profesionales y amarillos como lo que
deja caer la autonomía de los árboles en otoño.
Si tú dices que eso sucede sólo en otoño.
Pero nosotros lo vimos y vemos en primavera, una mañana en que 
las libelulas sangraban y sangran sobre la tierra.
Si dices que escribes para mantener la distancia con
las cosas y la cercanía con todos los manantiales.
Si cada amanecer no haces en tu escritura sino compararte
con vanos archipielagos, que sin embargo guardan las tumbas 
de las cigarras y los rituales. 
Si ves que sólo hay el perfume del orin en la mesa.
Si dices que el poema es una poesía sin ningún siseo, pero que
silba a veces al lado de un violín estremecido por el golpe del arpa.
Y en cada farol recuerdas que la identidad es una atmosfera
con eslabones que cuelgan de las moscas infinitamente.
Si te has propuesto caminar a las silabas con todas las intenciones
que puede dar un desenlace literal, más no poético.
Si has logrado empalar prototipos como los que encierra una
media por ejemplo.
O has sido cautivado por las maquetas y modelos con cinturas 
de polvora en las glevas.
Si espiritualmente subes con la inspiración entre las escaleras
como un modelo kafkiano de una duda ontológica.
Si espiritualmente la noche sigue siendo fría como una laguna
meditabunda donde crecen tiranosaurios.
Si hay algo más -sin duda lo hay- que he dejado de decir
para poder continuar en algún lugar de mi soledad esta historia.
Si todo esto sucede. Ten la seguridad que el poema está 
arrastrando en su corazón todas estas palabras. 
Y a eso que llamamos nosotros en ellas.



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